sábado, 30 de abril de 2011

Leer antes de los tres

Francisco Jośe y Miguel han cumplido 3 años. Es el momento de hacer una parada  y mirar atrás, han sido tres años de aprendizajes, de conquistas, de retos y superaciones. En este periodo se producen mayor número de progresos y aprendizajes que en el resto de nuestra vida.  En sólo tres años pasan de ser unas criaturas indefensas que necesitan de tus cuidados para sobrevivir a ser cada vez más independientes. Esta mañana Miguel ha ido a lavarse los dientes y como siempre me he ofrecido a ayudarle, sin embargo hoy me ha respondido. – “No, yo solito”. Dos palabras yo, distinto de ti, mamá. Y solito, que anuncian la conquista de su autonomía.

Sin embargo, cuando pensamos en una criatura de tres años corremos el riesgo de predecir que poseen pocos o ningunos conocimientos, que son muy pequeños para hacer muchas cosas, sobre todo si son las que llamamos cosas “serias”, y cuando llegan al aula hay que partir de cero, reducimos el lenguaje, simplificamos la realidad… Este curso en el seminario de profundización de lengua oral muchas de las maestras mostraban su preocupación porque volvían a iniciar ciclo y se cuestionaban qué podrían realizar con los niños y las niñas de tres años. Por suerte, a estas alturas del curso son ellas misma las que han dado con la respuesta, se pueden hacer muchas cosas, lo importante es tratarlos como personas inteligentes que aprenden, sin limitar nuestras expectativas, porque en la gran mayoría de los casos siempre las superan.

En este periodo rico en aprendizajes, los niños y las niñas aprenden sobre el mundo y sus relaciones, sobre la cultura en la que están inmersos. Desde el mismo momento del nacimiento están expuestos a una lengua hablada porque a pesar de saber que no nos entienden las madres les hablamos, interactuamos con ellos utilizando la lengua oral y así vamos llenando de significado sus primeras palabras. Pero no sólo están expuestos a la lengua oral, vivimos inmersos en una cultura letrada en donde el lenguaje escrito forma parte de nuestra cotidianidad, las etiquetas del cartón de leche, el rótulo del supermercado… Desde los estudios de Emilia Ferreiro y Ana Teberosky a cerca de la adquisición de las primeras escrituras en los niños sabemos que los niños y las niñas desde temprana edad elaboran sus  propias ideas acerca de lo que es leer y de lo que es escribir.

Como madre deseo que mis hijos estén bien preparados para ser usuarios competentes en una sociedad cada vez más compleja y se que la lectura será un condicionante para futuros aprendizajes. Una de las mayores preocupaciones tanto de familias como de docentes es el aprendizaje de la lectura ¿cómo hacer para que los niños y las niñas sean buenos lectores? Las personas expertas en el tema coinciden en que el acceso a la cultura letrada dependerá de las experiencias que puedan tener en relación a los distintos usos del lenguaje escrito, de las ocasiones que tengan de interactuar con los distintos textos. Hay niños que cuando llegan a 2º ciclo de infantil jamás han estado en contacto con un libro, por el contrario otros han visto a sus madres y a sus padres leer, escribir, les han leído cuentos, han ido con ellos a la librería, en definitiva son ya usuarios de esta cultura letrada. Como dice Myriam Nemirovsky “…en muchos sectores sociales, los niños no tienen ocasión de ver a los adultos leyendo y escribiendo…no sólo es decisivo que los niños vean el sentido y obtengan el placer de participar en situaciones de lectura… también es fundamental compartir con los niños nuestros propios actos lectores y escritores"

Leerles y que nos vean leer. Una práctica muy valiosa que las familias realizan con sus hijos es la lectura de cuentos. Cuando leemos en voz alta nos convertimos en modelos lectores y les ayudamos a crear sus primeros vínculos con la lectura, a través de la lectura en voz alta podemos comunicar la emoción que en nosotros suscita el texto. En casa, la hora de la lectura se convierte en todo un ritual, seleccionamos el texto que vamos a leer, elegimos un sitio donde sentarnos cómodos y que nos permita compartir este momento de intimidad, Francisco José y Miguel corren a por el cuento, trepan al sofá o a la cama, se acomodan y expectantes esperan a que empiece a leerles lo que dice allí en aquellas marcas, que ellos ya han aprendido que hablan del lobo, de caperucita o de los dragones con alas. Estos primeros momentos son decisivos para despertar en ellos el gusto por la lectura. Fiel reflejo de ello son las palabras que Ana María Matute ha pronunciado en su discurso al recibir el Premio Cervantes refiriéndose a su sueño como escritora ...sueño que me acompaña desde la infancia. Desde aquel día en que oí por vez primera la mágica frase: "Erase una vez..." y conmovió toda mi pequeña vida.

Leer antes de los tres implica una forma de entender la lectura distinta de la tradicional, en la que leer no es sólo decodificar, leer es interpretar un texto en busca del significado y sobre todo es comprender. Por tanto no es necesario esperar a que Miguel y Francisco José tengan 6 años y puedan decodificar por sí mismos para que aprendan muchas cosas sobre los textos escritos.

Cuando  Miguel coge el cuento de Caperucita Roja, repasa el título con el dedo y dice: "Caperucita y también lobo", luego pasa las hojas mientras “lee”  apoyándose en las ilustraciones - “lobo”  “cazador”, está interpretando el texto, está aproximándose al significado del texto y por lo tanto está leyendo, lógicamente su interpretación no será la misma que la mía pues yo me aproximo más al significado real del texto, poseo mayores conocimientos, domino el sistema convencional...sin embargo sabe que ahí pone el título, que en ese tipo de texto no habla de los dinosaurios, ni de los ballenas… utilizan las fórmula para acabar “… este cuento se ha acabado” . Cuando quieren que les lea un cuento no me traen una revistas ni una enciclopedia, y esto es así porque los textos han estado siempre presentes. Aprendieron a ponerse de pie apoyándose en el carrito de la biblioteca que muy acertadamente mis compañeras y amigas le regalaron cuando naciero. Los libros para ellos forman parte de su ambiente cotidiano. 


Los momentos compartidos entorno a los textos y la lectura forman esta pequeña Historia de  lectura de Francisco José y Miguel. 









A hablar se aprende hablando, a caminar caminando y a leer se aprende leyendo.


viernes, 8 de abril de 2011

Por qué Francisco José no quiere ir al cole.

Francisco José no quiere ir al cole.

Como madre me pregunto cuál será la razón por la que Francisco José no quiere ir al cole, como maestra de infantil se que cuando una criatura después de dos años llora todas las mañanas al llegar al aula algo no funciona bien, desde la posición de la familia la respuesta fácil sería culpar a la escuela, pero como maestra de infantil se que hay muchos factores que influyen. El porqué muchas niñas y niños de edades comprendidas entre 0 y 6 años lloran cuando van a la escuela, ha hecho que corran ríos de tinta, y se han escrito artículos que dan diferentes respuestas, los lazos de apego, la sobreprotección de las familias... 

Las niñas y los niños de dos años son pequeños pero no son tontos, una de las primeras cosas que aprenden es a utilizar el chantaje emocional, saben que poniendo el puchero más adorable y la carita de pena se te parte el alma y cedes en todo. Como maestra he ido evolucionando desde una postura de experta en la que “daba consejos” o mejor dicho “prescripciones facultativas” de que había que hacer para superar estas situaciones, hasta posturas en la que entiendes que los momentos de separación son duros para las niñas y los niños pero también para las madres, y que hay que ir de a poquito ganándonos la confianza de unos y de otras.

Ahora tengo la  oportunidad de vivir el proceso como madre y no es tan fácil llevar a la práctica lo que predico como maestra, aun así lo intento. Lo intento cuando  Francisco José me dice que está “alito” (malito) y que lo lleve con la abuela. Lo intento cuando haciendo caso de las recomendaciones de la maestra, toco a la puerta del aula, saludo, suelto a los niños y me doy la vuelta, haciendo oídos sordos a sus llantos y protestas. Lo intento cuando venzo la tentación de espiar por los cristales del aula para ver que hacen. Lo intento cuando compro un libro de fichas sabiendo que mis hijos a la tierna edad de 1 año tendrá que pasar 30 interminables minutos sentados en sus preciosas sillas de colores intentando coger una cera con una psicomotricidad que a penas les permite coger torpemente una pelota, sentados y en silencio, cuando tienen un mundo a su alcance.

Miguel ha sido el protagonista de la semana, el martes le tocó llevar su cuento preferido, la noche antes decidimos que debía escoger uno, difícil elección.  Eligió:  El topo que queria saber quién se había hecho eso en su cabeza de Werner Holzwarths, Caperucita Roja de los Hermanos Grimm, su preferido desde que tenia un año y leímos cuentos de personajes de lobos y El gallo kirico de Antonio Rodriguez Almodovar, cómo no se decidia por ninguno, optamos por  llevarlos  todos.  Por su parte, Francisco José nada más despertarse me informó, por si tenía alguna duda, que esa mañana tampoco quería ir al cole. En estos momentos en los que el ritmo de mis hijos y el mío van a destiempo, ellos desearían levantarse tranquilamente y  jugar un rato mientras yo quiero que se laven, desayunen y se vistan deprisa, deprisa, deprisa,  las protestas de Francisco José me sobrepasan y tentada estoy en decirle-  Vale, no vas al cole. Sin embargo, a pesar de su  anuncio Francisco José aparece con el libro de Dinosaurios y su Estegosaurio en la mano y me dice: mama, yo si cole. 
Mamá, yo si cole, si voy al cole porque por fin puedo hacer una tarea que me parece interesante, y es   mostrarles a mis compañeras y compañeros donde está mi dinosaurio, que mi maestras me lea cómo se llama, qué come o cuánto mide.

Y se me parte el alma, cuando veo las cosas que mis hijos podrían aprender, las ganas con las que irían a la escuela infantil y se hace evidente que para ver la ruptura entre prácticas docentes y la vida, vida (como diría Myriam Nemirovsky.) no hay que esperar a secundaria, que ya con dos años lo que hacemos en la escuela y lo que hacemos en la vida no van de la mano. Que mientras en la clase me enseñan el círculo, en casa leo sobre la vida de los dinosaurios o las ballenas, o los tiburones. Y sí, sólo tienen dos años, porque para empezar a leer no hay que esperar a tener veinte. Que con dos años Miguel y Francisco José quieren descubrir y saber de  las mil cosas que hemos de aprender para ser usuarios de este mundo y a las que la escuela en muchas ocasiones damos la espalda. Es por eso que, aun siendo maestra, no puedo entender qué estamos haciendo en las aulas de infantil para que Francisco José no quiera ir al cole.



 “Los niños tienen 100 maneras de expresarse, pero les robamos 99, corresponde a nosotros facilitar la comunicación entre los niños y el mundo" Loris Malagguci.

sábado, 2 de abril de 2011

Ser madre, ser maestra en el siglo XXI

Mi Madre, que es una madre en mayúsculas, tiene una idea de la maternidad muy distinta a la mía, ser madre para ella es la dedicación en exclusiva a la crianza de los hijos e hijas, por eso no entiende que yo necesite “trabajar tanto”, para ella una mujer cuando tiene hijos ya no es una mujer, es una madre y aunque el amor que me tiene la lleva a apoyarme en mis decisiones no puede compartirlas, su frase preferida es “qué necesidad tienes de…” ¿Cómo puedo ser madre y disfrutar con mi trabajo?.
Hay quién es madre sin tomar la decisión de serlo y hay quien es maestra porque es la manera de ganarse la vida, opciones por otra parte muy respetables. Hace unos días en una conferencia  Jurjo Torres comparaba, en un tono de ironía,  la vocación docente con la vocación religiosa en contraposición a la idea de carrera docente y dedicación profesional. Comparto totalmente con él que no se es una buena maestra por vocación, ser maestra no es algo que te viene dado como inspiración divina, no se nace, se hace. Tengo la suerte de tener compareñas y compañeros que llegaron a la docencia sin haber sentido la llamada de la “vocación” y que son excelentes profesionales que disfrutan con su trabajo. En mi caso, estoy dentro de las “estigmatizadas” si que soy maestra por vocación, pero si que es cierto lo que dice Jurjo Torres, el saber docente no me ha venido ni por inspiración divina ni porque yo tuviera un don que me guiara acertadamente en todas mis actuaciones. Ser maestra en el siglo XXI exigen un gran esfuerzo de formación,  es como aprender a leer, no aprendes a descodificar y lo demás te viene dado por añadidura, es un proceso que dura toda la vida y que exige una gran esfuerzo y dedicación.
Esfuerzo y dedicación es lo que conlleva haber tenido la suerte de ser madre de mellizos fruto de mi elección de ser madre. Tampoco creo que haya un solo modelo de ser madre y menos de ser una buena madre, está claro que con el modelo de crianza “tradicional” soy una madre pésima como dice Lucía Etxebarría en su libro El club de las malas madres: "Yo no soy una buena madre. Y probablemente usted, que me lee, tampoco… si usted trabaja fuera de casa entonces desatiende a sus hijos, y nadie valorará el hecho de que tenga usted que hacer verdaderos malabarismos para conciliar la vida familiar y laboral...”
 Los modelos de familia y la forma de entender las  relaciones que se dan entre ellos están cambiando a pasos agigantados, por suerte. Mi familia, como dice mi hijo Miguel, es una familia feliz, y no tenemos papá, no… contesta Francisco José- no, papá, no. Mamá si.